Fig.1: Aunque la población de osos polares goza de buena salud, su imagen se ha convertido en el icono del calentamiento global.

El otro día se coló en mi casa uno de los popes de las televisiones del Gobierno, un tal Evaristo que se hace llamar Risto. Desde su púlpito catódico, con ese tono suyo de asustaviejas, aprovechó la información del tiempo para advertirnos de que este año 2022 es el año “más caluroso de la historia”. Lo repitió varias veces, cada vez con más vehemencia, por si alguno de los imbéciles que teníamos puesta la televisión no nos habíamos enterado. No es el único caso. Los meteorólogos de las televisiones del Gobierno, es decir, todas las televisiones, aprovechan cada subida o bajada anormal de las temperaturas para advertirnos del advenimiento del fin del mundo. Como profetas bíblicos, lanzan sus admoniciones: “arrepentíos pecadores capitalistas, el fin del mundo está cerca mientras vosotros seguís contaminando” (al parecer la contaminación de los países comunistas no cuenta).

Es cierto: los gases de efecto invernadero existen. Gracias a ellos la temperatura media de la Tierra es de 15ºC en vez de -18ºC. Un exceso de estos gases convertiría la Tierra en Venus, el planeta más caliente del sistema solar. Su ausencia, en una bola helada, como ahora veremos.

Fig.2: Imagen de Venus tomada por la sonda Mariner. La temperatura de la atmósfera es cercana a los 500ºC.

Los principales gases de efecto invernadero son el dióxido de carbono (CO2), el metano, aerosoles, el óxido nitroso, el ozono y, sobre todo, el vapor de agua, cuyo poder de retención del calor es muy superior al del resto de gases incluido el denostado CO2. Se calcula que, en el plazo de 1000 millones de años, el diámetro del sol aumentará y provocará que los océanos de la Tierra se evaporen. El efecto invernadero del vapor de agua hará que la atmósfera se vuelva tan caliente y densa como la de Venus. No se apuren, de proseguir el nivel de estupidez actual de los occidentales, ya nos habremos extinguido varios cientos de millones de años antes de que esto suceda.

Es cierto, la concentración de CO2 de la atmósfera ha subido: desde los 278 ppm (partes por millón) de la era preindustrial hasta los 422 ppm medidos en abril de 2022.

Fig.3: Evolución de la concentración de CO2.

Es decir, desde el inicio de la era industrial, la concentración de CO2 ha aumentado en 144 ppm. Para entender cuanto supone esta subida, imaginen una caja con un millón de bolas negras en la que antes había 278 bolas blancas y ahora hay 144 bolas más. Hace 55 millones de años la concentración de CO2 era muy superior, por encima de las 1000 ppm (más de 1000 bolas blancas), producto fundamentalmente de los gases emitidos por la actividad volcánica. La reducción posterior se debió a que el carbono en la atmósfera fue extraído por plantas y animales, y luego enterrado, formando las bolsas de petróleo. Hace 300 millones de años, en el Carbonífero Temprano, la concentración de CO2 era de 1500 ppm. La formación de carbón llevó al planeta cerca de la glaciación global. Cuando los inmensos bosques del Carbonífero murieron, el CO2 que tomaron de la atmósfera quedó enterrado. La concentración de CO2 de la atmósfera se hundió drásticamente y la Tierra se enfrió hasta un grado en que escapó por poco de lo que los científicos llaman «estado de bola de nieve».

Fig.4: Simulación del “estado de bola de nieve”.

Por tanto, la presencia del CO2 en la Tierra se debe a causas naturales (actividad volcánica) mientras que la reducción a lo largo de la historia de nuestro planeta se ha debido al propio desarrollo de la vida. Este gas es el responsable de que la temperatura de la atmósfera terrestre sea benigna sin olvidar que es vital para la fotosíntesis y, por lo tanto, para la existencia de la vida. Cuando quemamos combustibles fósiles para obtener energía, no estamos “arrojando” CO2 a la atmósfera sino devolviendo a la atmósfera el gas que quedó atrapado con la muerte de los seres vivos.

Hay otros factores que condicionan el clima de nuestro planeta. Por ejemplo, ¿por qué se producen las glaciaciones? A lo largo de la historia (no la de Evaristo), la Tierra ha sufrido sucesivos calentamientos y enfriamientos. En los últimos millones de años se han producido varias glaciaciones y periodos interglaciares como el que estamos disfrutando ahora. Durante la última glaciación (comenzó hace 110.000 años y terminó sobre el 9700 a. C.), la mayor parte de Europa quedo sepultada bajo una capa de hielo de más de un kilómetro de espesor. El nivel del mar se redujo en varios cientos de metros, tanto que el Canal de la Mancha desapareció y el Estrecho de Gibraltar casi podía cruzarse andando.

Fig.5: Recreación del nivel del mar en Europa durante la última glaciación.

El nivel de CO2 no sufrió variaciones significativas. Entonces, ¿a qué se debe esta variación tan drástica de temperaturas? La respuesta es las variaciones orbitales o “ciclos de Milanković”. El término fue acuñado por el serbio Milutin Milanković en la década de 1920. Milanković teorizó que las variaciones en la órbita de la Tierra provocan cambios cíclicos en la radiación solar que llega a la superficie terrestre y que ello influye considerablemente en los patrones de los cambios climáticos, lo que puede explicar la periodicidad de las glaciaciones cada 100.000 años. Un estudio reciente ha confirmado su teoría a través del estudio que la huella de los ciclos climáticos dejó impresa en los sedimentos de roca de hasta hace 215 millones de años.

Fig.6: Esquema de los Ciclos orbitales de Milankovic

Debo reconocer que un telediario quizás no sea el soporte adecuado para hablar de teorías sobre las variaciones orbitales de la Tierra, pero seguro que tampoco habrán visto en las televisiones del Gobierno la erupción del volcán submarino Hunga Tonga en el Pacífico Sur. El volcán entró en erupción el pasado 15 de enero y ha sido una erupción de dimensiones nunca vistas que ha provocado la evaporación de 58.000 piscinas olímpicas, el equivalente al 10% del vapor de agua de la atmósfera (fuente: Laboratotio de Propulsión a Chorro de la NASA).

Fig. 7: Imagen del 16 de enero de 2022 que muestra el penacho de material expulsado por la erupción del volcán Hunga Tonga-ocurrida el día anterior. La fotografía fue tomada por un astronauta desde la Estación Espacial Internacional. (Foto: NASA).

Semejante cantidad de vapor de agua extra podría ser la causa de este verano especialmente caluroso y previsiblemente de los cinco próximos veranos. ¿No les parece que esta noticia es suficientemente espectacular como para merecer la atención de los telediarios?

Fig. 8: Titular y foto del volcán Hunga Tonga publicado por National Geographic.

El clima de la Tierra es muy complejo y está sujeto a múltiples y variados efectos que interactúan entre sí. Sin ánimo de ser exhaustivo: la corriente del Niño causada por el calentamiento del agua por la dorsal oceánica del Pacífico; las erupciones volcánicas terrestres que arrojan todos los años a la atmósfera millones de toneladas de cenizas y gases de efecto invernadero; los ciclos solares.

El ser humano está teniendo un efecto devastador sobre el medioambiente: desertización por sobreexplotación de las aguas superficiales y subterráneas, vertido de metales pesados a los mares, acumulación de microplásticos, deforestación de la Amazonia, extinción de especies, son ejemplos de los problemas de nuestro planeta que no llaman la atención al progresismo sandía  mientras sus baterías mediáticas concentran sus esfuerzos exclusivamente en el calentamiento global. Sin embargo, NO ESTÁ DEMOSTRADO que la quema de combustibles fósiles esté alterando la temperatura de la atmósfera. Simplemente los científicos son incapaces de evaluar la influencia de todas las variables que afectan al clima. Los modelos climáticos auspiciados por el IPCC de la ONU son pura superchería.

Europa está gastando cientos de miles de millones de euros en un trampantojo cuyo efecto inmediato está siendo el empobrecimiento de las clases medias y la pérdida de libertades. Entonces, emulando a mi admirado Mourinho, me pregunto: ¿por qué?, ¿por qué una buena parte de los políticos europeos tienen tanto empeño en la implantación de la AGENDA 2030 sobre la base de una teoría no comprobada? En este caso, la pregunta más adecuada sería ¿PARA QUÉ?

 

Fdo.:

José Luis Encinas