Soy aficionado al cine y a las buenas series de TV. “The Wire”, “Breaking Bad” y “Los Soprano” son mis series favoritas. Las tres tienen en común que los personajes se desenvuelven en el inframundo de las drogas y el crimen.

El otro día la imaginación me llevó a idear un guion original y rompedor para una serie dedicada al crimen organizado. La idea consiste en que una organización mafiosa ubicada en la región de Calabria, Italia, decide aprovecharse de los agujeros del sistema democrático para acceder al poder y de esta manera asegurar que sus ”negocios” e intereses prosperen. Para ello, presentan a las elecciones un partido político, “Civita Calabria”, integrado por familiares y afines a la organización. El voto de las familias y descerebrados conciudadanos que lo apoyan no es suficiente para lograr el poder por lo que durante los siguientes años se dedican a amedrentar, secuestrar y asesinar a sus opositores políticos. Con la marcha de los vecinos que temen por sus vidas o por sus negocios, poco a poco van consiguiendo mayores cotas de poder hasta finalmente hacerse con el gobierno de la región. Se sienten tan fuertes que deciden dar un paso más: se presentan también al parlamento nacional italiano donde consiguen una pequeña representación. La suerte hace que los votos de Civita Calabria resulten esenciales para que una coalición de partidos liderada por la extrema derecha consiga los votos necesarios para alcanzar el gobierno italiano. A cambio de asegurar su apoyo, en acuerdo secreto, la extrema derecha les facilita un aluvión de dinero, la promesa de que la policía y la justicia no intervendrán en sus asuntos y también el compromiso de llevar a los criminales de la organización a la cárcel de Calabria previa transferencia de las competencias penitenciarias. De esta manera los criminales y asesinos de la mafia calabresa van siendo liberados y recibidos en sus pueblos como héroes. Están tan seguros de sí mismos, tan desatados, que acaban presentando a los asesinos liberados en las listas electorales municipales en los pueblos donde cometieron sus crímenes. Tras ser interrumpido por una inoportuna llamada telefónica, decidí abandonar la idea por absurda: es inimaginable que ningún pueblo, y menos el querido pueblo italiano, pueda permitir semejante elucubración.

Hubo otra serie muy especial para mí porque recuerdo me producía sentimientos encontrados. Se trataba de un asesino en serie que, gracias a un código que le proporcionó su padre adoptivo, conseguía satisfacer sus impulsos asesinando sólo a otros asesinos en serie. Los asesinatos se producían de una manera fría, ritual y metódica. Esta forma de proceder me causaba repulsión pero por otro lado no podía dejar de valorar la labor de ”limpieza” de Dexter, que así se llamaba el personaje, y la multitud de personas que seguían con sus vidas ajenos a que Dexter los había librado de sus asesinos.

Es muy tentadora la idea de tomarse la justicia por su mano, pero, en un país libre y democrático donde los asesinos y criminales son juzgados y condenados de acuerdo con las leyes, Dexter no dejaría de ser otro criminal que debería pasar el resto de sus días entre rejas. Afortunadamente, en España tampoco habría cabida para un Dexter. Aquí los españoles condenados por la Justicia por terrorismo, corrupción, sedición, violación o abuso de menores cumplen sus penas íntegras. ¿O no?

 

Fdo.: José Luis Encinas