Se habla mucho a diario del delito de odio en España. Ese odio rastrero, traidor, que ataca por la espalda como buen cobarde, valiéndose de la sorpresa, superioridad numérica y fuerza. Esas agresiones son conocidas y publicitadas en los medios de comunicación a diario. Sin embargo, nos parecen lejanas, ya que llegan a nosotros desde sistemas digitales. En cambio, cuando se ve de cerca, en el barrio, comienzas a ser más consciente del peligro.

Uno de los mayores peligros es alguien con una pluma, tinta y papel; teclado, pantalla y conexión; pintura y superficie firme. A todos esos «peligros» le falta el instrumento necesario. ¿Lo han echado en falta? Sí, falta el «mensaje» e «intención»; el emisor trata de hacer llegar al receptor, directa o indirectamente, usando esas herramientas. Por ejemplo, aquí están leyendo mi mensaje, cuya intención es pacífica y conseguir una armonía para convivencia en nuestro distrito de Vicálvaro.

Hace unos días en el Bulevar de Indalecio Prieto, en Valdebernardo, frente a la boca del Metro, tuve un amargo sentimiento. Alguien había pintado el paso de cebra con un mensaje utilizando los colores. Ese lugar, utilizado por todos —en teoría— para cruzar la calle, con un sentido de respeto entre vehículos a motor y peatones, decorado con una frase de odio:

«POLICÍAS A LA CARCEL
MARICONES A LA CALLE
LGTB ANTIFA»

En las proximidades viven personas con responsabilidad política. Se vieron obligadas a dimitir de sus cargos por sentencia judicial de un delito de agresiones e insultos a una agente de policía; sí, a una mujer. Ella pasó de las palabras a los hechos. Ahora, frente a su casa, pintura para insultar a la Policía.

El paso de cebra pintado de blanco facilita la llamada de atención a los peatones. Pese a llevar varias semanas en el firme, ahí sigue. Por él andan personas, ciudadanos, profesionales con muchas responsabilidades; incluso servicios de limpieza y municipales de acondicionamiento de los alrededores. Quizá nadie haya mirado al suelo —me extraña—; quizá alguno viera el «arco iris» y pasó de leer esas palabras hilvanadas con colores en las letras —no me sorprende, dado que se ha utilizado en exceso y de manera arrojadiza—. Ahora bien, esas gentes deberían dedicar todo su esfuerzo, arte, preparación y empeño en continuar pintando su casa por dentro y dejar en paz la vía pública.